PALABRAS DE DESPEDIDA AL ACADÉMICO RODOLFO MODERN

EL PRESIDENTE DE LA ACADEMIA ARGENTINA DE LETRAS DESPIDE AL ACADÉMICO
RODOLFO MODERN

(23 de marzo de 2016)

         Vengo a despedir, en nombre de la Academia Argentina de Letras, a quien hasta ayer fue su miembro más antiguo.

         La entrada en el silencio definitivo de un ser querido o próximo nos afecta a todos, pero en el caso de Rodolfo Modern es doblemente dolorosa, porque creo que la palabra fue en él la materia más constante y trabajada de su existencia. Escribió hasta sus últimas fuerzas, hasta que los noventa y tres años de sus manos ya no pudieron descargar en el papel su casi obsesiva voluntad de permanecer en la escritura. Afligido por algunas dificultades de movimiento y, sobre todo, por una sordera que de manera creciente lo incomunicaba, me dijo en el mes de noviembre que dejaría de asistir a las sesiones, aunque advirtiéndome que eso sería durante los próximos seis meses, después de los cuales volvería para hablar sobre Shakespeare.

         Había nacido el 22 de julio de 1922 en esta ciudad. Egresado del Colegio Nacional de Buenos Aires y doctorado en derecho, ejerció la abogacía sin entusiasmo, el que sí prodigó en la docencia, secundaria y universitaria, después de haberse graduado y doctorado en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, donde tuvo a su cargo durante muchos años la cátedra de Literatura Alemana, que también dictó en la Universidad Nacional de La Plata.

         No cabe aquí pasar revista aquí a su vastísima producción literaria, que se abrió a todos los géneros: el ensayo, la narrativa, la dramaturgia y la lírica. 

         No le faltaron honores y reconocimientos: Becario de la Alexander von Humboldt Stiftung en la Universidad de Freiburg, miembro de número de la Academia Argentina de Letras desde 1988, miembro correspondiente de la Real Academia Española y de la Academia Norteamericana de la Lengua Española, condecorado con la Cruz al Mérito en Primera Clase por la República Federal de Alemania, distinguido en dos oportunidades con la Faja de Honor de la SADE, Primer Premio de Poesía del Fondo Nacional de las Artes (1994), Primer Premio de Ensayo de la Ciudad de Buenos Aires (1997),   Primer Premio Nacional de Ensayo y Premio de Honor de la Fundación Argentina para la Poesía (1998) y etcéteras anteriores y posteriores, que la ocasión me fuerza a omitir.

         Pero poco habríamos dicho de Rodolfo Modern si no hiciésemos referencia, así sea parca como se nos impone, a los rasgos más notorios y hoy memorables de su personalidad. Dotado de una cultura excepcional, de ese envidiable tipo enciclopédico que algunos expertos en educación, acaso por haberles sido esquiva, inexplicablemente desdeñan (“Cultivo / con infinito esmero/ el huerto que me ha sido regalado” escribió en un poema), amante de las artes, en especial de la música, cultivador consecuente de las maneras corteses y de la amistad, fue también inclaudicable en su juicio condenatorio sobre episodios de nuestra historia e instituciones y de ciertos protagonistas. Esa actitud, en un sentido inverso, puede resumirse en la breve sentencia con que, por encima de títulos, referencias y currículos, Modern solía evaluar los méritos superiores de cualquier individuo: “Es una buena persona”.

         No obstante lo que llevamos dicho, desde buena parte de su literatura hasta el diario vivir, estuvieron siempre condicionados, enmarcados o atemperados por un ejercicio del humor –en un arco que podía extenderse de la ironía leve al sarcasmo–, acaso una forma de defensa frente a la inevitabilidad del mal, de la sinrazón o de la estupidez, y que fue en él un hábito consustancial, seguramente inseparable del recuerdo que de él conservaremos.

         Como de cualquier ser humano, es difícil saber si fue medianamente feliz, si la vida le dio lo que buscó y quiso. Su rica creación literaria, los muchos premios, la familia que formó y hoy lo rodea y el hondo afecto que inspiró en tantos de quienes lo tratamos, parecerían ser indicio de que sí.

         Quiero dar la palabra a Rodolfo Modern, para que sea él quien cierre esta despedida, así sea con el tono serenamente nihilista que a algunos como él impone la lucidez frente a la parábola de la existencia. Permítanme leer su poema “Expresión de deseos” (Hacia donde, 2011):

Hoy
la parcela que me fue otorgada
se ha reducido notablemente.
Quizás deba conformarme con lo mínimo.

La conciencia y la inconciencia
ya no luchan dentro de mí,
y la balanza del equilibrio
se ha restablecido.

Sólo aspiro
a un sueño infinito
o al blando almohadón
de la consoladora nada.

 

         Que descanse en paz.

José Luis Moure