El jueves 12 de diciembre se realizó, en el salón “Leopoldo Lugones”, de la Academia Argentina de Letras, un acto de homenaje a la memoria de la académica Celina Sabor de Cortazar (1913-1985), por haberse cumplido el 16 de agosto de este año el centenario de su nacimiento.
La apertura estuvo a cargo del presidente de la Academia, José Luis Moure, quien destacó con elevados conceptos la calidad intelectual y humana de la homenajeada. Dos puntos de su discurso fueron sobresalientes: por un lado, la circunstancia propicia de ser él quien sucedió a la señora de Cortazar en el sitial académico que tiene como patrono a Bartolomé Mitre; por otro, la tocante anécdota según la cual el Dr. Moure dijo haber comprendido plenamente el hecho poético tras la cita que Celina había hecho de los dos versos iniciales ("Cerrar podrá mis ojos la postrera / sombra que me llevare el blanco día") del famoso soneto de Francisco de Quevedo “Amor constante más allá de la muerte”.
A continuación, la académica Olga Fernández Latour de Botas realizó una emocionada evocación de la querida y admirada estudiosa. Recordó —valiéndose de testimonios de singular trascendencia como los de María Rosa Lida, Melchora Romanos y Leda Schiavo, proporcionados por la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, y de los académicos Raúl H. Castagnino, Angel Battistessa, Federico Peltzer, Ofelia Kovacci, entre otros— los altos valores morales e intelectuales de Celina Sabor de Cortazar. Todos los citados destacaron, además de su generosidad como maestra, su probidad intelectual, la originalidad de sus aportaciones a los estudios hispánicos, el reconocimiento nacional e internacional de que disfrutó y, particularmente, su rigurosa especialización en las letras del Siglo de Oro, de la cual surgieron ediciones memorables como, entre otras, la del Quijote —en colaboración con Isaías Lerner y con prólogo de Marcos Morínigo—. La disertante se refirió especialmente a la vida de familia de la académica evocada, primero en el alegre hogar muy hispánico y muy musical que compartió con sus padres y sus cinco hermanas, y luego en el propio, junto a su esposo —el ilustre folklorista salteño Augusto Raúl Cortazar, académico de la Historia y figura cumbre de estas disciplinas—donde florecieron sus hijas, Isabel y Clara.
Gracias a los testimonios audiovisuales proporcionados por esta última, musicóloga de nota, pudo elaborarse en la Academia un video documental, diagramado y realizado en su totalidad por María Adela Di Bucchianico, integrante del personal de la Biblioteca de la Academia. La proyección del video musicalizado fue muy elogiada por la numerosa y calificada concurrencia.
Hacia el final del acto, Clara Cortazar, hija de la académica recordada, pidió entonces la palabra para agradecer al señor Presidente la realización del homenaje y recordó, en relación con sus padres, el último verso del citado soneto de Quevedo: "Polvo serán, mas polvo enamorado".