La presidenta de la Academia Argentina de Letras, doctora Alicia María Zorrilla, fue invitada por el director de la Academia Colombiana de la Lengua, doctor Juan Carlos Vergara Silva, para participar del «Homenaje a don Pedro Henríquez Ureña con motivo del 75.º aniversario de su fallecimiento». La sesión especial se desarrolló el pasado lunes 4 de octubre.
La Presidenta leyó una conferencia sobre «Pedro Henríquez Ureña, el humanista de América, en la Argentina».
Participaron también don Bruno Rosario Candelier, director de la Academia Dominicana de la Lengua Española, y don Juan José Jimenes Sabater, bibliotecario de dicha Academia. El trabajo del señor director Rosario Candelier versó sobre «Motivación humanística de Pedro Henríquez Ureña», y el del bibliotecario Jimenes Sabater, acerca de «La prosa crítica de Pedro Henríquez Ureña».
El trabajo presentado por la presidenta Alicia María Zorrilla
«Y se me cierra la garganta al recordar la mañana en que vi entrar a la clase a ese hombre silencioso, aristócrata en cada uno de sus gestos, que con palabra mesurada imponía una secreta autoridad: Pedro Henríquez Ureña», así lo define emocionado el escritor argentino Ernesto Sabato, uno de sus alumnos. Así podría definirlo también una estrofa de la Epístola moral a Fabio: «Una mediana vida yo posea, / un estilo común y moderado, / que no lo note nadie que lo vea».
Ensayista, crítico literario, filósofo, traductor, periodista, historiador, profesor, investigador, don Pedro, el maestro dominicano de pensamiento profundo y de palabra viva y mesurada, de criterio sólido y ecuánime, arriba por primera vez a la Argentina en 1922 como integrante de la delegación mexicana encabezada por el político y escritor José Vasconcelos Calderón para asistir a la asunción del mando presidencial de Marcelo Torcuato de Alvear; no le interesa la política, pero sí el voseo, al que le dedica su estudio. Se acerca primero a la Argentina a través de sus escritores: Esteban Echeverría, José Mármol, Domingo Faustino Sarmiento, Olegario Víctor Andrade, y, luego, gracias también a la delegación argentina que participa del Congreso Internacional de Estudiantes, celebrado en México en 1921. Después de escuchar las exposiciones presentadas, realmente deslumbrado, dice: «Cabía pensar que nuestra América es capaz de conservar y perfeccionar el culto de las cosas del espíritu, sin que las ofusquen sus propias conquistas en el orden de las cosas materiales». No obstante, su nombre ya se conoce en la Argentina, pues, en 1913, según las investigaciones del académico Pedro Luis Barcia, se reproduce en la revista Nosotros su trabajo sobre «La obra de José Enrique Rodó», y, en la misma revista, pero en 1919, aparece «La enseñanza de la sociología en América», una carta dirigida a Arturo de la Mota. En 1921, en la Revista de la Universidad de Buenos Aires, se publica «En la orilla», apuntes breves que luego recoge en su obra En la orilla. Mi España, de 1922. En verdad, este año significa su primera y verdadera visión de la Argentina. En esta estada, le aconseja a Ricardo Rojas la fundación de un Instituto de Filología Hispánica en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires; más aún, le pide que lo presida un discípulo de don Ramón Menéndez Pidal. El elegido es Américo Castro. Además, visita la Universidad de La Plata, donde pronuncia su elogiada conferencia sobre «La utopía de América», publicada en 1925. Dice el gran dominicano: «Si el espíritu ha triunfado, en nuestra América, sobre la barbarie interior, no cabe temer que lo rinda la barbarie de afuera. No nos deslumbre el poder ajeno: el poder es siempre efímero. Ensanchemos el campo espiritual: demos el alfabeto a todos los hombres; demos a cada uno los instrumentos mejores para trabajar en bien de todos; esforcémonos por acercarnos a la justicia social y a la libertad verdadera; avancemos, en fin, hacia nuestra utopía» […].