Esther Cross nació en Buenos Aires, el 28 de octubre de 1961.
Licenciada en Psicología, escritora y traductora, Esther Cross fue elegida académica de número de la Academia Argentina de Letras el jueves 10 de agosto de 2023.
Fue designada por los académicos, reunidos en sesión ordinaria, para ocupar el sillón «Fray Mamerto Esquiú», en el que la precedieron Gustavo J. Franceschi, Leónidas de Vedia, Octavio N. Derisi y Norma Beatriz Carricaburo. Estaba vacante desde el 2022 tras la designación de la última como académica honoraria.
Los académicos que propusieron su candidatura para integrar la Academia fueron Pablo De Santis, Rafael Felipe Oteriño, Santiago Sylvester y Eduardo Álvarez Tuñón.
Cursó estudios de Letras y se recibió de Licenciada en Psicología en la Universidad Católica Argentina. Es escritora y traductora.
Editó y publicó, junto a Felix della Paolera, Bioy Casares a la hora de escribir (Tusquets, España, 1988) y Jorge Luis Borges, sobre la escritura (Ediciones Fuentetaja, España, 2007), libros de entrevistas con los autores.
Publicó las novelas Crónica de alados y aprendices (Emecé, 1992), La inundación (Emecé, 1993), El banquete de la araña (Tusquets, 1999), Radiana (Emecé, 2007, reeditada en 2016 por El8voLoco Ediciones y Tren en Movimiento), La señorita Porcel (Siglo XXI, México, 2009; reeditada en 2023 por Club5 Editores). En el año 2013, publicó La mujer que escribió Frankenstein (Emecé, 2013, y Minúscula, España, 2022). En abril de 2023, publicó un libro escrito en colaboración con Betina González llamado La aventura sobrenatural (Seix Barral).
Sus cuentos aparecieron publicados en los libros La divina proporción (Emecé, 1994), Kavanagh (Tusquets, 2004, y Club5 Editores, 2018) y Tres hermanos (Tusquets, 2016). También han sido publicados en distintas antologías, tanto de la Argentina como del exterior, entre ellas Cuento argentino contemporáneo (compilado por Mempo Giardenilli, Unsam), Pequeñas Resistencias y Cuentos de amor —también prologado por ella— para la editorial Páginas de Espuma (España), Cuentos eróticos de San Valentín (Tusquets, España), Ciudades posibles (editado por Eduardo Becerra, 451.Doc, España), Nouvelles d’Argentine (Magellan&cie), Argentinische Erzählerinnen des 20. Jarhunderts (compilado por María Teresa Andruetto para la Johanes Gutenberg Universität), Sporen in de sneeuw (The House of Books, Holanda), La selección argentina (Tusquets, editado por Sergio Olguín), La piedra de la cordura y Permiso para morir (Intramed, editados por Daniel Flichtentrei), Historias de guardarropa (Planeta), Las dueñas de la pelota (El Ateneo, editado por Claudia Piñeiro), entre otras. Algunos de sus cuentos fueron publicados en diarios y revistas del exterior, como el ABC de España, Catch&Release y la revista Inventory, de la Universidad de Princeton.
Tradujo Once tipos de soledad (Emecé, 2002, y Fiordo, 2016), de Richard Yates, y La misma sangre y otros cuentos y Ángeles y hombres (Editorial La Compañía) de William Goyen, de quien tradujo, finalmente, la mayor parte de sus relatos para la edición de sus Cuentos Completos (Seix Barral, España, 2012). También tradujo 44, El forastero misterioso, de Mark Twain, para la colección Rara Avis de Tusquets dirigida por Juan Forn; Tiempo sin lluvia, de Cynan Jones (Chai Editora, 2020) y Autorretrato y Cartas a Gwen John, de Celia Paul (2022 y 2023, respectivamente, también para Chai Editora), entre otros libros.
Editó y prologó, con Ángela Pradelli, La Biblia según veinticinco escritores argentinos (Emecé, 2009), antología en la que varios autores reescribieron historias del Antiguo Testamento.
Dio talleres de escritura en forma privada y también en Casa de Letras. Colaboró con frecuencia en la revista La Mujer De Mi Vida y el suplemento Radar Libros. Participó como jurado en diferentes concursos, como los del Fondo Nacional de las Artes, el Premio Itaú de Cuento Digital, el Concurso Nacional de Cuentos «Adolfo Bioy Casares» y el Concurso Nacional de Novela «Sara Gallardo».
Recibió distintos premios, entre ellos el Primer Premio de la Revista First, el Premio de Cuento de la Revista Plural, de México, y el Premio de Cuento Breve de la Revista Puro Cuento, el Premio Fortabat de novela, el Primer Premio Regional de Novela, el Tercer Premio Nacional de Novela 2001, el Primer Premio Internacional de Narrativa 2008 de la Editorial Siglo XXI de México por su novela La señorita Porcel, el Premio Municipal a libro de cuentos inédito y las becas Fulbright-Fondo Nacional de las Artes y Civitella Ranieri.
La repercusión en la prensa
Daniel Gigena, en La Nación — […] «Recibí la noticia con mucha alegría, como escritora y traductora —dice Cross a La Nación—. Los escritores podemos aportar a la Academia un panorama de la literatura actual, con los cambios y novedades que refleja y produce. Por otro lado, en una traducción también se plantean dudas, que exceden la corrección en el uso de la lengua. Al escribir y traducir tomamos decisiones, a veces sin darnos cuenta, y esas decisiones impactan en los libros, ni más ni menos que en la imaginación de los lectores. Pienso en la Academia como el lugar donde esas cuestiones son estudiadas desde distintos puntos de vista por un grupo de personas que les dedican gran parte de su tiempo y su atención. Y me siento muy honrada».
«El primer libro de Esther Cross fue un volumen de entrevistas a Adolfo Bioy Casares, que escribió con Félix Della Paolera —recuerda Pablo De Santis [académico de número de la AAL]—. Y de algún modo su obra llevó desde entonces algunas de las marcas de Bioy: la invención, el gusto por lo fantástico y el humor. Tanto en sus ficciones como en sus ensayos, Esther visitó la literatura fantástica, la ciencia ficción y el género gótico, como se puede ver en Radiana, un ejemplo de lo que se ha llamado steampunk, o retrofuturismo; en La mujer que escribió Frankenstein, donde abordó la vida de Mary Shelley, y en su último libro, La aventura sobrenatural, en colaboración con Betina González, entretenido paseo por los cruces entre lo fantástico y las “ciencias” de lo sobrenatural. También es una excelente cuentista, como se puede ver en los relatos que habitan su Kavanagh, unidos por la sombra del famoso edificio».
Para el académico y escritor Eduardo Álvarez Tuñón [académico de número de la AAL], Cross es una escritora excepcional y una narradora sutil. «Desde Crónica de alados y aprendices, de 1992, no ha dejado de crear mundos cautivantes, originales y no ajenos a la poesía. Soy ante todo su lector. Me siento muy cercano a ella en lo estético y podría decirse que compartimos la misma generación. Su libro La mujer que escribió Frankenstein es extraordinario. Su incorporación a la AAL es un justo reconocimiento y estoy orgulloso por compartir con ella ese espacio» […].
Paula Conde, en Clarín — Revisaba sus mails, como hacemos todos, cuando en un rápido scrolleo visual se cruzó con un remitente conocido, justo un miembro de la Academia Argentina de Letras, que le decía, entre otras cosas, que le enviaba adjunto un archivo. Que por favor lo abriera. El archivo en cuestión era una carta formal, de felicitación, en la que le comunicaban a Esther Cross, de ella se trata, que «en un plenario» se votó «favorablemente» su ingreso como miembro de número de la Academia Argentina de Letras.
[…] Se la nota contenta a Esther cuando atiende por teléfono a Clarín Cultura. Y no es para menos: «Es una sorpresa. Hace meses me habían comentado que me iban a candidatear, pero quedó ahí, no es que lo esperaba. Y anoche me llegó por mail una carta con el anuncio. Fue una gran sorpresa, estoy muy contenta».
[…] La postularon los académicos Pablo De Santis, Rafael Felipe Oteriño, Santiago Sylvester y Eduardo Álvarez Tuñón, debatieron sus pergaminos, votaron. «Favorablemente», según le escribieron en la carta.
«Lo bueno», pondera, «es que son todos miembros que venimos de diferentes disciplinas, pero todos trabajamos con el lenguaje». De su faceta como novelista, piensa que su aporte, en términos generales, puede dar cuenta del panorama actual de la literatura y de ciertos cambios en el idioma. Como traductora, en cambio, puede sumar temas como por ejemplo el uso correcto del argentino en una traducción, algo así como qué versión de ‘argentino’ usar para que sea aceptada en el exterior.
[…] Traductora de autores como Richard Yates, William Goyen, Mark Twain, Celia Paul y Cynan Jones, Cross considera que «la Argentina siempre fue un país de traductores excelentes» y cita a «Silvina Ocampo y Enrique Pezzoni, por ejemplo, y más cerca en el tiempo, en Marcelo Cohen, Ariel Magnus, Laura Wittner o Inés Garland, por nombrar sólo a algunos».
«Una académica como Esther Cross, muy reconocida en el medio literario, nos enriquece, es una satisfacción», valora por su parte Alicia María Zorrilla, presidenta de la Academia Argentina de Letras.
[…] Con estos ingresos son dieciocho los miembros [de número] de la Academia y podrían llegar a un máximo de veinticuatro. «Todos —asegura Zorrilla— cubren una necesidad, elegimos de distintas especialidades para trabajar mancomunadamente y que sea más enriquecedor» […].
Luciano Sáliche, en Infobae —
Cuando Esther Cross recibió la noticia de que iba a ingresar a la Academia Argentina de Letras pensó en su padre. «Un hombre responsable y tenso que al leer parecía más joven y feliz», dijo alguna vez. Un Profesor en Letras al que le importaban las palabras. «Él era muy estudioso. Crecí en una casa con una biblioteca con muchos libros de lingüística», dice ahora, del otro lado del teléfono. En ese momento se le habrá figurado la escena en que, con 17 años, le dijo a su padre que quería ser escritora y él, astuto, ensayó una respuesta práctica: le dio Una habitación propia, de Virginia Woolf. «Sí, pensé en él; pensé en que se hubiera puesto muy orgulloso».
Antes de la conversación telefónica, Alicia María Zorrilla, la presidenta de la Academia Argentina de Letras, habló con Infobae Cultura vía mail. Estas fueron sus palabras: «Con la designación de la escritora Esther Cross y de la lingüista Andreina Adelstein como académicas de número, la Academia Argentina de Letras enriqueció ayer su Cuerpo académico y, por ende, celebró el advenimiento de nuevas voces para trabajar mancomunadamente sobre temas que atañen a la lengua y a la literatura en beneficio de nuestra sociedad».
«Fue una sorpresa que recibí con muchísima alegría, pero no era algo en lo que hubiera pensado. Jamás se me ocurrió formar parte de la Academia», dice ahora la escritora, y continúa: «Veo la Academia como un grupo de gente muy estudiosa. Hay muchos expertos, gente de otras especialidades que le dedican mucha atención al idioma, a la lengua, una materia en común que tenemos todos. Y es un reflejo de los grandes cambios. Más allá de estar contenta, particularmente yo, celebro que haya escritores en la Academia que puedan aportar un panorama de lo que se está escribiendo en este momento con los reflejos de los cambios que produce la literatura».
[…] «Cuando uno está escribiendo o traduciendo toma decisiones que tienen que ver con reflexiones del lenguaje. Al traducir se plantean muchísimas cuestiones que a veces van más allá. Como traductora también me alegra esto. Sobre todo, por algunas preguntas que tengo y también para escuchar planteos que se deben producir en las reuniones de la Academia. Somos todas personas de distintos puntos de vista, pero trabajando en lo mismo», dice.
«Es una época de las traducciones. La Argentina, además, es un país con una tradición de grandes traductores. […] Hay todo un pensamiento respecto a la traducción y a la preeminencia de ciertos idiomas sobre otros. Por eso, como traductora, tengo muchas inquietudes y quiero escuchar las de los demás», comenta.
Sobre el momento de la literatura, la forma en que se relaciona con estos tiempos veloces, Cross dice: «Es el momento de la imagen, sí, pero en eso no soy muy apocalíptica: creo que todavía hay mucho para debatir y que, justamente, la lengua refleja todos estos cambios, está viva».
[…] Y continúa: «En ese sentido, si el trabajo con la lengua, el estudio y la reflexión sobre la lengua, estuvieran del lado de la ‘inutilidad’, si sale del esquema de que todo tiene que producir y servir para algo, quizás eso se podría considerar algo positivo». Por eso, entonces, apuesta a la literatura, pero no de una forma contracultural, mucho menos mesiánica, ni siquiera de resistencia. Lo dice así: «Es lo que hice siempre. Yo crecí entre libros. Es mi trabajo desde siempre; pero más que mi trabajo, es mi vocación. Mi forma de entender la realidad y la vida es siempre a partir de los libros: con la escritura y con la lectura».
La escritora y traductora Esther Cross ingresó a la Academia Argentina de Letras y, en diálogo con Télam, asegura que la noticia la entusiasma porque es una oportunidad para «compartir inquietudes con personas que se dedican al lenguaje desde diferentes puntos de vista».
[…] «Recibí la noticia con mucha alegría. Me entusiasma compartir inquietudes con personas que se dedican al lenguaje desde diferentes puntos de vista».
«Por otro lado, cuando escribo trato de descubrir el lenguaje propio de cada historia. Es lo que encuentro en los libros que admiro. Al traducir pasa algo parecido: trabajo rodeada de diccionarios, pero lo importante es el tono del libro. Es una tarea solitaria, al margen, podría decirse. La Academia es algo totalmente distinto», señala en diálogo con Télam.
¿Qué lectura hacés de la Academia Argentina de Letras en relación con la producción literaria o la vida cultural contemporánea? «Sé que mi nombramiento coincide con el de lingüistas como Andreina Adelstein, y que en junio ingresaron Jorge Dubatti, que tanto sabe de teatro, y Oscar Conde, que es autor y ensayista. Qué mejor que haya escritores conversando con investigadores y expertos de otras áreas. Todos compartimos este lenguaje que Borges llamó, con su típica gracia, el idioma de los argentinos», responde.
[…] Traductora de autores como Richard Yates, William Goyen, Mark Twain, Celia Paul y Cynan Jones, Cross (Buenos Aires, 1961) considera que «la Argentina siempre fue un país de traductores excelentes» y cita a «Silvina Ocampo y Enrique Pezzoni, por ejemplo, y más cerca en el tiempo, en Marcelo Cohen, Ariel Magnus, Laura Wittner o Inés Garland, por nombrar sólo a algunos» […].
Fuente: BID, Número 151, 2023.