COMUNICACIONES: «La literatura en el folklore (Los cien años de Jaime Dávalos)», por Santiago Sylvester

En la sesión ordinaria del jueves 22 de abril, realizada de forma virtual, el académico de número de la AAL Santiago Sylvester leyó su comunicación titulada «La literatura en el folklore (Los cien años de Jaime Dávalos)», en homenaje al fallecido poeta y músico salteño por el centenario de su nacimiento, que se cumplió el pasado 29 de enero.

El artículo de Santiago Sylvester se publica a continuación, y también será difundido —como se hace con todas las comunicaciones de los académicos leídas en sesión ordinaria— en el Boletín de la Academia Argentina de Letras —publicación impresa periódica y órgano oficial de la Academia—, en el número que corresponderá al período de enero-junio de 2021.

«En el año 1950, y posiblemente el 2 de Febrero, día de la Candelaria, como se llama a la Virgen en muchos pueblos de Salta, cambió el rumbo del folklore del Noroeste argentino. Esto ocurrió en la finca La Isla, por entonces de Gustavo Marrupe, conocido como Poncho, cuando se reunieron en un almuerzo Eduardo Falú y Jaime Dávalos y compusieron la Zamba de la Candelaria.

Ese fue el momento en que la canción folklórica del Norte se renovó de una manera evidente al recibir la más actualizada poesía de la época. Hasta entonces predominaba en la canción de la zona una cierta ingenuidad literaria, que se puede ver incluso en zambas tan queridas como la López Pereyra, que funcionó de hecho, durante años, como algo parecido a un himno local en mi provincia.

En medio de esa ingenuidad literaria llegó Jaime Dávalos, armado con Neruda, García Lorca y Miguel Hernández, y escribió:

Nació esta zamba en la tarde
cerrando ya la oración
cuando la luna lloraba
astillas de plata la muerte del sol
.

El impacto fue instantáneo, y esa letra de Jaime Dávalos fue un detonante para que muchos poetas importantes, con conocimientos sobrados de la poesía contemporánea, compusieran piezas maestras que dieron al folklore del Norte una jerarquía que fue reconocida en todas partes, y que hasta hoy resultó irrepetible. El mérito de ser el primero en llevar nuevos tonos poéticos a la canción popular, le pertenece sin discusión: metáforas y giros que fueron adoptados de inmediato por los creadores del momento; y esto fue tan eficaz y es tan visible que, desde entonces, algo de aquellos poetas sigue dando vueltas en el cancionero. Poetas como Manuel Castilla se sumaron con músicos notables como Gustavo Leguizamón o José Juan Botelli, a los que hay que añadir conjuntos y solistas que conocemos todos. En el origen de esa renovación está aquel almuerzo en la finca de Poncho Marrupe, cuando Falú y Dávalos compusieron la Zamba de la Candelaria.

Este año se cumple un siglo del nacimiento de Jaime Dávalos, y aquel almuerzo, con sus consecuencias, sería suficiente para recordarlo, por la incursión favorable que hizo en este caso la literatura en el folklore.

En la década del ´60 del siglo pasado, cuando yo estudiaba en la Facultad de Derecho de Buenos Aires (por entonces no había Universidad en Salta), el azar organizó las cosas para que, durante un año, conviviera con Jaime en una casa de estudiantes salteños, en la calle Julián Álvarez. Además de tener con él conversaciones, discusiones, afinidades y desacuerdos, como era inevitable, pude verlo muchas veces como a uno de los poetas más dotados para la improvisación y el repentismo: era muy común que en algunas reuniones, en las que se cantaba y recitaba poemas propios y ajenos, Jaime dejara al final de la noche una ristra de sonetos dedicados a los asistentes, según el incentivo lo justificara. Conservo todavía algunos de esos poemas escritos al vuelo, con humor, con las rimas y los acentos en su sitio, que son testimonios de ese poeta que tenía mucho de juglar […]».

Continuar leyendo la comunicación de Santiago Sylvester.