En la sesión ordinaria del jueves 22 de septiembre, la presidenta y académica de número de la AAL Alicia María Zorrilla leyó su comunicación titulada «V centenario de la muerte de Elio Antonio de Nebrija. La búsqueda de la sabiduría», en homenaje al autor de la primera gramática de la lengua española —publicada en 1492—, de cuyo fallecimiento se cumplieron quinientos años el pasado 2 de julio.
El artículo de Alicia María Zorrilla se publica a continuación y también será difundido —como se hace con todas las comunicaciones de los académicos leídas en sesión ordinaria— en el Boletín de la Academia Argentina de Letras —publicación impresa periódica y órgano oficial de la Academia—, en el número que corresponderá al período de julio-diciembre de 2022.
«“Gramático, traductor, exégeta bíblico, docente, catedrático, lexicógrafo, lingüista, escritor, poeta, historiador, cronista real, pedagogo, impresor y editor”, Antonio Martínez de Cala y Xarana, Antonio Martínez de Cala Hinojosa y Jarana del Ojo, Antonio de Lebrija, de Lebrixa o de Librixa, o Elio Antonio de Nebrija o de Nebrixa, el gran humanista de la España de los Reyes Católicos, nace en la antigua Nebrissa, también llamada Veneria, hoy Lebrija (Sevilla), en 1444 (algunos estudiosos dicen en 1441). No le faltaron nombres, pero su fecha de nacimiento se desconoce. Es el segundo de cinco hermanos. Son sus padres Juan Martínez de Cala e Hinojosa y Catalina Martínez de Xarana y Ojo, quienes descendían de los antiguos conquistadores de Lebrija. No eran nobles ni plebeyos, sino de mediana posición. Es bautizado en la parroquia de Santa María con el nombre de Antonio, muy común en su familia, pero más tarde él mismo, porque así lo desea, le antepone el de Aelius o Elio para reivindicar el origen romano de su tierra. Lo explica de esta manera:
… como en Lebrija y en toda su comarca se encuentran muchas lápidas romanas, en que aparecen los nombres de Elios y Elianos, me he permitido anteponer ese nombre al de pila, como descendiente de una familia romana muy conocida en toda Andalucía, y de la que salieron emperadores tan gloriosos como Elio Adriano y Elio Trajano, que puede decirse que fueron conterráneos míos. […] si no soy pariente de ellos por naturaleza, lo soy por adopción…
A pesar de los apellidos paterno y materno, adopta el de su lugar natal: Nebrija.
Pasa los primeros años en su tierra, a la que le escribe un poema durante su estada en Italia:
Salve, casita mía, y vosotros también, dioses tutelares y penates, testigos de mi nacimiento. Aquí respiré el primer aliento vital y abrí los ojos a la luz. Aquí mamé la primera leche y recibí las primeras caricias de mis padres. Aquí estaba la cuna en que dormía; aquí me cantaba mi madre para que me durmiese. […]. Recíbeme en tus brazos; no tengas a menos recibir en ellos al hijo que ha inmortalizado su nombre». […]. Ahora, en cambio, gracias a mis letritas, los dos somos conocidos en todo el mundo, y durará muchos siglos nuestra gloria. […]. Este será el puerto de mi vida; aquí hallaré el descanso apetecido y dormiré en paz el último sueño…
Después de estudiar en Lebrija Gramática, Latín, Cálculo y Lógica, en 1455, sus padres lo envían a Salamanca, donde cursa Matemáticas, Filosofía Natural y Filosofía Moral. Por supuesto, se enseñaba en latín. Con cierta arrogancia, confiesa que sus maestros «en decir» saben poco, aunque no en el saber; se preocupan más del fondo que de la forma. De esta manera, surge su intenso interés por las palabras, su pasión filológica. Ignorarlas es para él sumirse en la confusión y contribuir al atraso del Derecho, de la Medicina, de la Filosofía y de la Sagrada Escritura. Su afición a las letras sagradas se advierte en su obra De las antigüedades de España. El estudio de las lenguas griega y hebrea lo lleva a profundizar el del latín. Como el de los humanistas, el objetivo de Nebrija es “restaurar la pureza y perfección del latín clásico». Entonces, ávido siempre de poseer una formación humanística superior, a los diecinueve años, viaja a Italia, recorre las escuelas más famosas, participa de las lecciones de los grandes maestros y, finalmente, ingresa en el Colegio de San Clemente de los Españoles, en Bolonia, donde obtiene una beca de colegial teólogo, que disfruta hasta 1470. Estudia con gran empeño a los clásicos griegos y latinos. Debe permanecer allí ocho años, hasta obtener el título de doctor, pero no los cumple, solo se queda cinco, ya que no se gradúa en Teología. La estudia junto con Derecho y Medicina, pero no quiere otro título más honroso que el de gramático, a pesar de que, para muchos, es lo menos a que podía llegar un hombre de letras, pues enseñar Gramática significa impartir los primeros rudimentos de la lengua latina. Tan desacreditada está la Gramática que el lebrijano, si bien reconoce que es la última de todas las facultades, también afirma que es la primera en lo que se refiere a las letras, las sílabas, las palabras y a la estructura de la oración. Y, como considera que todos están «enfermos en materia de letras”, es imperioso que recurran a esta para curar sus dolencias. Por eso, el gramático debe conocer todas las materias y a los autores versados en ellas […]».